Este pasado domingo, fui a Tijuana por primera vez en años. Declaro que nunca me había llamado mucho la atención esta ciudad donde miraba desorden, pobreza, hambre, y subdesarrollo. Sin embargo, esta última vez a Tijuana la miré distinta. Claro, aún existe la pobreza desparramada por doquier, el hambre incesante, y el subdesarrollo polvoroso, pero también coexiste una belleza de cual nunca había sido testigo. Miré una gente conviviendo con los azules, rojos, amarillos, y morados que decoran las paredes de sus garajes, negocios, soles, cielos, y almas. Vi la harmonía que existe entre el grafiti y los santos, el perro callejero y la cruz de Jesucristo, un orfanatorio y un hogar construido con las manos de un hombre de familia.
En mi rostro llevaba dos ojos que miraban el mundo como si por primera vez. Aquel día hubiera querido fotografiar cada entraña, vena, ombligo, y poro de Tijuana, pero no fue posible ya que mi visita era corta. Afortunadamente sí pude captar algunas imágenes y me gustaría compartirlas contigo. Espero que las disfrutes…